sábado, 20 de noviembre de 2010

La responsabilidad de los intelectuales

Por Noam Chomsky

    Hace veinte años, Dwight MacDonald publicó en Politics una serie de artículos sobre la responsabilidad de los pueblos y particularmentesobre la responsabilidad de los intelectuales. Los leí siendo estudiante, en los años inmediatamente posteriores a la guerra, y tuve la ocasión de releerlos hace algunos meses. Me parece que no han perdido nada de su poder o persuasión. MacDonald se interesa por la cuestión de la culpabilidad en la guerra. Se pregunta en qué medida el pueblo alemán y el pueblo japonés eran responsables de las atrocidades cometidas por su gobierno. Y de modo totalmente apropiado, nos devuelve la pregunta:
    ¿En qué medida el pueblo británico y el pueblo norteamericano son responsables de los terribles bombardeos de poblaciones civiles, perfeccionados como técnica de guerra por las democracias occidentales, y que tuvieron como punto culminante Hiroshima y Nagasaki, ciertamente entre los crímenes más indecibles de la historia? Para un estudiante de los años 1945-1946 (y para todos aquellos cuya conciencia[20] política y moral fue formada por los horrores de los años 1930, por la guerra de Etiopía, las purgas de Rusia, “el incidente de China”, la guerra civil de España, las atrocidades nazis, las reacciones occidentales ante estos acontecimientos y en parte, por la complicidad occidental) estas preguntas tienen una significación particular y una profunda
    resonancia. En lo que se refiere a la responsabilidad de los intelectuales, hay otras preguntas que plantear, igualmente inquietantes. Los intelectuales tienen la posibilidad de mostrar los engaños de los
    gobiernos, de analizar los actos en función de sus causas, de sus motivos y de las intenciones subyacentes. En el mundo occidental, al menos, tienen el poder que emana de la libertad política, del acceso a la información y de la libertad de expresión. La democracia de tipo occidental otorga a una minoría privilegiada el tiempo libre, los instrumentos materiales y la instrucción que permiten la búsqueda de la verdad escondida tras el velo de deformaciones, de falsas representaciones,
    de la ideología y de los intereses de clases, a través de los cuales se nos da la historia inmediata. Las responsabilidades de los [21] intelectuales son, por consiguiente, mucho más profundas que la
    responsabilidad de los pueblos (para emplear el término de MacDonald) dados los privilegios únicos de que gozan los primeros.
    Los problemas planteados por Mac Donald resultan más pertinentes hoy que hace veinte años. Es casi imposible evitar preguntarnos en qué medida el pueblo norteamericano es responsable por la salvaje
    agresión contra una población rural casi indefensa en Viet Nam, otro ejemplo de atrocidad en la “era Vasco de Gama” de la historia mundial, como llaman los asiáticos a nuestra época. ¿Qué lugar ocupamos nosotros en las páginas de esta historia, nosotros que hemos asistido silenciosos y apáticos a los inicios de esta catástrofe hace doce años? Sólo los más insensibles pueden esquivar estas preguntas. Volveré pronto sobre ellas, después de algunos señalamientos dispersos sobre la responsabilidad de los intelectuales y sobre su manera de asumir en la práctica esta responsabilidad a mediados de los años sesenta.
 
Leer el libro completo en este link: 
https://docs.google.com/viewer?a=v&pid=explorer&chrome=true&srcid=0BxvwtVS0QMyvNjYxODVlYzYtZGE5Zi00OGE0LWFmZmEtOWU4NTU0YTdkY2U1&hl=es

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