miércoles, 17 de noviembre de 2010

Frankenstein en Chihuahua

*El Choco enfrentó un despido injustificado de Osvaldo Rodríguez
*Las maquiladoras intocadas por El Diario…
*Tiempos aquellos donde el reportero y el policía coexistían pacíficamente

Por Everardo Monroy Caracas

    Los chihuahuenses, gracias a su prensa escrita y electrónica se acostumbraron a convivir con la muerte y tolerarla. Jamás imaginaron que del lado de la ley estaban los malos de la película. Suponían que los malandros y traficantes de drogas, así a secas, eran los causantes de tantas desgracias y pesares. Tampoco creían que los feminicidios tuvieran relación con la burocracia, oligarquía y elite uniformada.
    Desde 1993, en Ciudad Juárez empezaron a aparecer jovencitas ultrajadas sexualmente y asesinadas. Los periodistas de la fuente policiaca acudían religiosamente a las oficinas centrales de la Procuraduría General de Justicia del Estado y a algunas estaciones de la policía municipal para conocer de viva voz el trabajo preventivo o indagatorio de esos servidores públicos.
    El reportero policiaco era provisto de un scanner móvil para escuchar las frecuencias de radio de las diferentes corporaciones policiacas y de los paramédicos que deambulaban por la ciudad recogiendo heridos y cadáveres. En algunas ocasiones el reportero grafico, a bordo de su automóvil, llegaba al lugar de los hechos antes de que hicieran acto de presencia los agentes periciales.
    Todo transcurría como en las mejores estampas de ciudad Metrópoli. Policías y periodistas se fundían en una entrañable complicidad informativa. Aquel reportero, en el caso de El Diario, que perdiera la nota ante su periódico adversario –El Norte-- seguramente lo despedirían sin tantas contemplaciones. Las fuentes del poder judicial, policía preventiva y procuradurías generales de justicia del estado y federal le quitaban el sueño a los cazadores de noticias, bajo la nómina del periódico de Osvaldo Rodríguez Borunda.
    El ahora tan homenajeado periodista, Armando Rodríguez Carreón alias El Choco, experimentó en carne propia los abusos de poder de Rodríguez Borunda y la falta de solidaridad laboral de sus compañeros que ahora lo recuerdan. En 1995 lo despidió injustificadamente y en respuesta, su ex empleado lo demandó ante la Junta Local de Conciliación y Arbitraje. Rodríguez Borunda no perdió el sueño ni le preocupó el futuro económico de El Choco. El gerente general de la empresa Paso del Norte SA de CV, su primo, fue el encargado de hacer el trabajo sucio.
    El Choco entró a laborar a otra empresa periodística y de inmediato su profesionalismo puso en desventaja al reportero de El Diario. Rodríguez Borunda jamás ha tolerado que la competencia le gane la noticia policiaca. Así que optó por recontratar a El Choco, sin importarle los líos legales que este le había armado y que simplemente resolvió con dinero y cinismo.
    De 1995 al 2001 tuve la oportunidad de colaborar en dos de los cuatro periódicos de Rodríguez Borunda (El Diario de Ciudad Juárez y El Diario de Chihuahua) y percibí ese ambiente de tensión e inconformidad que prevalecía en la planta reporteril. Incluso, de manera perversa, este personaje sin formación reporteril gustaba torturar a medianoche a sus editores para reafirmar su liderazgo empresarial, pero que evidenciaba su baja estima e ignorancia académica. Por esas fechas impedía que los editores tomaran decisiones propias y aún mas: todas las mañanas les enviada el periódico que leía, tachonado y subrayado con un marcador rojo en su afán de ridiculizar a su personal por las fallas ortográficas o en el enfoque de los titulares. Difícilmente se le complacía. Los editores terminaban minimizados ante la vista de los reporteros y por lo mismo, recurrían a las anfetaminas o al alcohol para mitigar sus frustraciones. Únicamente toleraban esos abusos de autoridad por los altos salarios que recibían.
    Las muertas de Juárez y las campañas electorales enriquecieron a Rodríguez Borunda. Pasó de ser un vendedor de vinos y licores a un mercenario de noticias sangrientas y de grilla política. El Diario jamás se convirtió en un periódico de consulta, porque en nada se diferenciaba a la información consignada por los otros medios informativos. Sin embargo, su estrategia comercial era exitosa. El formato, los titulares y el trabajo grafico de sus reporteros, lo distinguían de El Norte, su principal competidor.
    Pero hay algo más: las casi 400 maquiladoras de Ciudad Juárez, la mayoría de capital trasnacional, son las principales abastecedoras de publicidad de El Diario y, por lo tanto, hasta la fecha, sus reporteros jamás pueden indagar y escribir asuntos escabrosos de sus directivos o de explotación laboral. Sus 80 mil obreras y obreros no son asunto de interés para el periódico, solo cuando son asesinados, detenidos, procesados y encarcelados por cometer algún tipo de delito, por menor que sea. Hasta la cárcel municipal, donde llegan los detenidos por meones y borrachos son noticia.
    Los malos de la película, después de las andanzas delictivas de Joaquín El Chapo Guzmán, ahora empiezan a tener rostro y nombre y El Diario ya no lo puede ocultar. Son policías, empresarios y servidores públicos al servicio del Cártel de los hermanos Carrillo Fuentes.
    Las manchas se tinta: hay un chaparro cabron en Guerrero y no lo digo yo, sino el propio candidato lo pregona. Mañana me referiré a esta peculiar manera de promoverse a lo ancho y largo de su estado. Ver para creer.

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