martes, 11 de enero de 2011

La parada

Por Everardo Monroy Caracas

    --Siempre con las mismas prisas…
    --Lo entiendo…
    --Y antes tengo que dejar a mi hijo en la escuela…
    --Yo los veo hasta el siguiente mes…
    --Cuando trabajé en la Armada de México, el servicio lo hacíamos dos días continuos y descansábamos uno… Ahora es distinto, me imagino…
    --Así es, por lo de la guerra contra el narcotráfico…
    Carmelo volvió a checar su reloj de pulsera. Siete diez y la rutera se retrasaba. Nunca confiaba en la puntualidad del servicio. De ahí la necesidad de levantarse a las cinco y media y aguardar a que Lilia arribara al departamento y vigilara el sueño de la niña. Ella trabajaba como enfermera durante la noche, en el Hospital General de Paseo Triunfo de la Republica.
    --No se desespere, en diez minutos pasa el autobús…--dijo el militar.
    El fusil de asalto HK-G3 y seis cargadores con veinte tiros cada uno eran parte de la indumentaria. No era fácil permanecer ahí, en ese crucero, durante más de ocho horas. El sargento Manríquez lo relevaría antes de las nueve de la mañana y seria concentrado en las instalaciones de la Procuraduría General de la Republica de la colonia Magisterial. Ahí descansaría. Canseco llevaba comisionado tres meses en Ciudad Juárez y era originario de Acapulco.
    --Es que tengo que tomar otra rutera en la Juárez-Villa Ahumada… Ese es el problema…
    Carmelo y su familia vivían cerca del fraccionamiento Rodríguez Borunda y de lunes a viernes tenían que abordar la primera rutera en la parada de la avenida Miguel de la Madrid y la calle Año 1932 y descender en Jardines del Aeropuerto. La maquiladora, donde laboraba como operador, se encontraba en la Zaragoza, entre el eje vial Juan Gabriel  y la carretera Juárez-Villa Ahumada.
    --A mí en hora y media me relevan… Termina la jornada…
    --Pobre de usted, hermano. Es un calvario el estar cargando el fusil de ocho a diez horas diarias…
    --Cerca de cinco kilos de peso, es una chinga, pero es el trabajo…Aparte tenemos que cargar una buena ración de cartuchos.
    --En mis tiempos de fogonero, usábamos el rifle de cerrojo 7.62 milímetros o el R-15…
    Canseco esbozó una sonrisa. Su cara alargada, morena, terminaba en una puntiaguda barbilla levemente inclinada a la izquierda. Un poco de pelo crespo, muy negro, podría apreciarse bajo el casco.
    --Otros tiempos mi amigo, ahora estamos en guerra… --le dijo con más confianza a su interlocutor.
    --Juárez se está desmoronando. Ya no es la ciudad de hace diez años –dijo Carmelo-. Por ejemplo, uno podía salir de noche y divertirse sin sentir miedo. Ahora no… Los “malandros”, por el simple hecho de mirarlos, nos ejecutan, le han perdido el respeto a la vida y a Dios…
    --Y eso no es todo –dijo Canseco--: ellos tienen mejor armamento que el nuestro. Hemos combatido con sicarios que poseían bazucas y lanza granadas israelíes, verdaderos morteros de guerra…
    --Imagínese, todavía no cerramos el 2010 y en Juárez han asesinado a más de tres mil personas y entre ellas a cerca de cien militares, policías federales y municipales…
    --Ustedes contribuyeron con esta descomposición social –dijo Canseco--. Llenaron de “picaderos” y cantinas su ciudad y permitieron que sus hijos se armaran, consumieran drogas y delinquieran. Jamás se preocuparon por su propia gente y terminaron corrompiendo a sus autoridades…
    Carmelo no comprendió el verdadero significado de aquellas palabras mundanas del militar. En sus veintidós años de radicar en Ciudad Juárez, jamás se involucró en asuntos delictivos y su único objetivo era sobrevivir y proteger a la familia: su madre que era viuda y tres hermanos menores y posteriormente a su esposa y dos hijos. Los problemas de su entorno le eran ajenos. Evitaba el alcohol y las drogas, por su formación cristiana, y en diez años tenía planeado regresar a Zacatecas, de donde era oriundo. Ahí trabajaría las tierras de su abuelo y construiría un Salón del Reino para promover el mensaje de Jesucristo.
    --Quiero regalarle algo –dijo Carmelo y de su pequeña mochila extrajo una revista con el rostro de un Cristo anglosajón en la portada--. Léala, espero le interesen los temas que ahí se tratan…
    Canseco sostuvo con una mano el fusil de asalto y al intentar atrapar la revista, una detonación de bala lo obligó a recular.
    --Por poquito y me toca –exclamó Carmelo, lívido y tembloroso.
    Al levantar la mirada, observó a un soldado de rostro enhiesto, perceptiblemente nervioso y agazapado tras el HK-G3. Le apuntaba al pecho.
    --Por qué quiso quitarme el arma? –murmuró al tiempo que le clavaba el cañón del fusil en el pecho.
    Algunos transeúntes, al observar la escena, prefirieron alejarse de prisa. El mismo comportamiento asumieron los automovilistas. Carmelo tendría que enfrentar solo su tragedia.
    --Tengo que matarlo… --susurró el militar--. De no hacerlo, seré detenido, procesado y pierdo toda oportunidad de ascender…
    --Pero fue un accidente, yo puedo declararlo ante sus superiores…
    El soldado no respondió. En mes y medio seria examinado para obtener el nombramiento de cabo y en un año, de acuerdo a la promesa de su hermano que era subteniente, obtendría el grado de sargento segundo. Toda su familia, desde el bisabuelo a su padre, ingresaron a las fuerzas armadas. El deshonor rondaba en su cabeza. Algo tenía que hacer para evitarlo. Carmelo seguía paralizado, sin asimilar aun lo ocurrido. La revista yacía sobre la banqueta.
    --Agárrela o le disparo ---ordenó Canseco y le arrojó una pistola escuadra calibre .25 que extrajo de uno de los bolsones del pantalón, cosido en el costado de la pierna derecha.
    --Por favor, no haga una tontería, tengo esposa y dos hijos pequeños…
    Canseco sabía que no debía alargar más esa situación. Seguramente alguien había reportado lo que ahí ocurría y en cualquier momento la zona estaría rodeada de policías y militares.
    --Perdóneme… --musitó el militar y entrecerró los ojos.
    Una nueva detonación volvió a retumbar y en nada alteró la rutina de los vecinos del fraccionamiento Rodríguez Borunda y sus alrededores…

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