sábado, 15 de enero de 2011

Canadá: derecho de piso

Por Everardo Monroy Caracas

    Lulú Reyes es licenciada en Relaciones Exteriores y en Toronto limpia pisos y los fines de semana es nana de dos niños canadienses. Es refugiada política, originaria de Argentina, y por su falta de inglés está condenada a trabajar en algo ajeno a su profesión. Esta realidad la deprime y provocó la ruptura sentimental con su marido, ingeniero químico y lavaplatos en un restaurante griego.
    La experiencia de esta profesionista no es privativa de ella. De acuerdo al FCJ Refugee Centro, organismo no gubernamental, sólo en Toronto radican ilegalmente 200 mil personas y la mayoría cuenta con alguna licenciatura, pero no hablan una segunda lengua. Por lo mismo, difícilmente pueden desarrollar sus conocimientos académicos y enfrentar los sinsabores del subempleo o explotación laboral.
    El gobierno provincial de Ontario, a decir del Ministerio de Educación, cuenta con un programa de apoyo a los migrantes que tienen una profesión, hablan inglés y radican en Canadá con algún estatus legal: permiso de trabajo, residencia o refugio político. Sin embargo, este año —2011— únicamente ocho mil de ellos podrán acceder a ese apoyo económico para revalidar su carrera profesional.
    En Ontario Work se informó que existen programas de capacitación en diversos oficios, no profesiones, para inmigrantes que cuentan con el apoyo del welfare y se encuentran bajo un proceso de refugio político. De cubrir las expectativas en alguna de las dos lenguas oficiales de Canadá tienen la posibilidad de acceder a una ayuda económica extraordinaria.
    Bernardo Riveros Neira, presidente de la Asociación de Profesionales Colombianos asegura que el mayor problema que enfrentan quienes tienen una carrera académica terminada y no son oriundos de Canadá, es la falta de apoyo de algunos colegios de profesionistas canadienses. Por ejemplo, el de médicos que le exigen muchos requisitos a los aspirantes extranjeros.
    Testimonios de una veintena de inmigrantes entrevistados, concluyen que al arribar a Canadá e ignorar el inglés, su sobrevivencia se complica porque tienen que trabajar en oficios ajenos a su profesión.
    “Pagamos una especie de derecho de piso que únicamente lo entiende el más fuerte, porque quienes no lo aceptan corren el riesgo de enfermarse emocionalmente”, advierte el geólogo mexicano, Sergio Brito, ex empleado de PEMEX, una paraestatal que monopoliza el petróleo.
    Y añade:
    “Mi experiencia no es nada fácil, a pesar de que hablo un poco de inglés. En estos momentos trabajo en una panadería y lavo charolas. En México me encargaba de la exploración de nuevos yacimientos de petróleo. Un problema político y legal me obligó a salir de mi país y refugiarme en Canadá”.
    Elizabeth, de Tucuarembo, Uruguay, tiene la carrera de dentista. Aún así, desde hace nueve meses trabaja en el área de limpieza de un supermercado de Albión y Finch. Es madre de tres niños y no tiene marido. Complementa sus gastos con dinero del welfare.
    Dice:
    “En el edificio donde vivo, hay muchos profesionistas que se parten el lomo en la construcción o en la limpieza porque no pueden trabajar en lo que saben. Eso a mi me ocurre y es una impotencia. Por momentos me hundo en la depresión y quisiera largarme, pero no puedo por mis hijos”.
    La dentista entró por Detroit, Estados Unidos a Canadá, después de haber vivido en ese país dos años, y tuvo que aplicar como refugiada. Aún no se resuelve su situación migratoria y su futuro es incierto.
    “Tampoco en Chicago pude estudiar inglés porque trabajaba en una factoría de ensamblajes y la gente con la que me rodeaba era latina. O comían mis hijos o estudiaba. No tenía de otra”, dice.
    Riveros Neira precisa que no todo es negativo para los profesionistas hispanos que hablan inglés y, sobre todo quienes cuentan con un estatus legal en Canadá. “Hay que luchar para salir del anonimato y dejar atrás el derecho de piso”, acota.
    Y señala:
     “Tenemos la experiencia de un colombiano que es consultor financiero colombiano que quiso trabajar en un banco e hizo un enorme esfuerzo para superarse. Desde hace tres años empezó a hacer voluntariados dentro de esa sucursal y gracias a su empeño y manejo del inglés, logró su objetivo: ser gerente de proyectos financieros para Latinoamérica. Ahora él ayuda a otros colombianos para que se coloquen en un trabajo relacionado a su profesión”.
    En el Ministerio de Educación se apoya a los inmigrantes que quieren revalidar su profesión, pero además del inglés o francés, les exigen contar con el aval de los colegios de profesionistas canadienses.
    En su página de Internet se adelanta que por el momentos se apoyará a ocho mil solicitantes que cubran los requisitos, principalmente contar con su estatus de refugio o residencia, y la cédula profesional.
    Una fuente confiable de Ontario Works reveló que un gran número de solicitantes de refugio tienen problemas con el inglés y esa es una de las principales razones por las que desaprovechan los beneficios que tiene el gobierno de Ontario. Uno de ellos, se explicó, es tener acceso a cursos de capacitación en instituciones públicas o privadas hasta con un costo de cinco mil dólares.
    Ana, ecuatariana y madre de dos niños narra que estudió administración de empresas y al llegar a Canadá como refugiada tuvo que trabajar durante dos años en limpieza y, a la vez, estudiar inglés. Lo mismo le ocurrió a su marido que hizo un diplomado de hotelería y turismo y también se vio en la necesidad de laborar en la construcción y limpia de pisos.
    “Con los años, al dominar el inglés poco a poco nos hemos logrado colocar en el trabajo que se adecua a nuestra profesión”, acota.
    El FCJ Refugee Centro afirma que existen 200 mil inmigrantes sin estatus y para obtener recursos económicos tienen que trabajar en lugares ajenos a su profesión. Ese hecho es destacado por Riveros Neira quien se lamenta que Canadá desaproveche a los inmigrantes profesionales y, a la vez, no se les genere nuevas expectativas de vida a quien por necesidad sale de su país y trabaja de manera clandestina, sin protección laboral alguna.
 

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