viernes, 17 de diciembre de 2010

Leamington: paraíso laboral de inmigrantes ilegales

*Propietarios de empacadoras y greenhouse abogan para que no los persigan agentes migratorios
*Doce contratistas tienen el monopolio de la mano de obra demandada
*Se les paga entre 7.25 a 7.50 dólares la hora y la mayoría no tiene algún día de descanso

Por Everardo Monroy Caracas


    Leamington.- En esta ciudad canadiense de 30 mil habitantes, no es complicado trabajar en granjas o greenhouse, empacadoras y comercios. Jamás se exige identificación o permiso oficial de empleo. Sólo se necesita tener el apoyo de un contratista autorizado y sin queja alguna, soportar las duras jornadas de diez a doce horas diarias. Es el destino de más de quince mil obreros y jornaleros, la mayoría hispanos.
    “Leamington es de los fuertes, no de los débiles. Aquí el que más trabaja, más gana y no importa que sólo duerma cuatro o cinco horas diarias”, precisa Terry Menanses, propietario de una greenhouse de tomate.
    Y remata:
    “Quien busque trabajar ocho horas diarias, como ocurre en otras ciudades de Canadá, aquí pierde el tiempo o simplemente no es contratado, porque nosotros queremos sacar adelante nuestra producción, antes de que se nos dañen las frutas o verduras”.
    Por esa razón, Leamington se ha convertido en un centro importante de trabajo, una especie de “paraíso laboral”, en donde los inmigrantes, principalmente los indocumentados, logran obtener entre 400 a 500 dólares semanales, sin la posibilidad de ser detenidos o deportados, como ocurre en algunas ciudades de los Estados Unidos.
    Los mismos inversionistas, dueños de mil 154 greenhouses y un centenar de empacadoras, han impedido que la policía migratoria y las autoridades locales hostilicen o arresten a sus jornaleros. Sin embargo, dejan en manos de personal de confianza, fundamentalmente bilingüe, la contratación de la gente y el pago de sus honorarios.
    Han Chong, un coreano residente, desde hace veinte años es contratista de jornaleros y todos los días, de domingo a domingo, los traslada en su camioneta a sus fuentes de empleo: granjas o empacadoras. Los viernes por la noche paga sus salarios y les invita dos cervezas. Lo conocen como “El Chino” y es quien inició el negocio de la intermediación de mano de obra.
    “Yo pago siete dólares con cincuenta centavos la hora y me encargo de que no les falte trabajo, no importa si son ilegales, residentes o ciudadanos. Aquí tenemos un universo de más de quince mil trabajadores, entre legales e ilegales”, dice con hosquedad el contratista.
    El Chino, apunta que su pequeña empresa representa a los jornaleros ante quienes contratan la mano de obra y, por esa razón, no tienen la necesidad de pagar impuestos o registrar ante alguna autoridad sus ingresos o permanencia en la ciudad. “El patrón me paga un poco más la hora y de ella cubro los salarios de cada trabajador”, subraya.
    En Leamington existen doce contratistas que cubren la demanda de empleo de todos los granjeros y empacadoras de frutas y verduras. Aún así, un promedio de ocho mil mexicanos y jamaiquinos están inscritos en un programa temporal de empleo, acordado por los gobiernos de México, Jamaica y Canadá, y laboran a la par que los indocumentados.
    Desde las cinco de la mañana es común ver en las oscuras calles y avenidas a cientos de trabajadores desplazarse en bicicleta a sus fuentes de empleo. Asimismo, los contratistas pasan al hogar de cada jornalero para trasladarlos a las granjas o empacadoras. La mayoría inicia sus labores a las 6:30 horas y las concluye entre las seis o siete de la noche. No tienen ningún día de descanso, si así lo solicitan.
    “Yo trabajo en una huerta de manzana y diariamente tengo que arrastrar una escalera y subirme a 250 árboles para quitarle la manzana mala o deshojar las ramas. Ahorita todavía no cosechamos, sólo limpiamos los árboles y no para uno todo el día”, explica Juan Elizondo, un ex obrero de una embotelladora de refrescos del Estado de México.
    Una de las mayores satisfacciones del jornalero, es encontrar un empleo donde se trabaje más de diez horas, porque eso le representa mejores ingresos y más dinero para sus familias. Su felicidad es mayor si tampoco descansan los fines de semana.
    Alicia Montoya, una nicaragüense casada con un mexicano, precisa que en las empacadoras de tomate les ofrecen trabajar hasta dos turnos seguidos. De esa manera, logran obtener entre 800 a mil dólares semanales. “Muchos las tomamos porque sabemos que en cualquier momento escasea el trabajo y nos quedamos con las manos vacías”, dice.
    Y añade:
    “Nuestro lema en Leamington es: “si tienes agarra y come y si no tienes, sólo mira comer”. Por eso preferimos trabajar duro, a costa de todo, a quedarnos sin empleo uno o dos semanas, como ha sucedido en otras temporadas”.
    En la región existen huertas de tomate, fresa, pepino, chile marrón, lechuga y manzana. En algunos viveros el trabajo se extiende hasta las ocho de la noche, porque cuentan con alumbrado, calefacción y ventiladores.
    Sin embargo, en tiempos de calor, dentro de las casas de vidrio las temperaturas llegan hasta los 110 grados Fahrenheit y aún así, los jornaleros trabajan sin protestar o exigir algún tipo de descanso.
    Los patrones, a través de los capataces, permiten que un trabajador tome tres breves descansos al día: dos de quince minutos y uno de media hora, pero únicamente paga la mitad de ese tiempo invertido, utilizado comúnmente para tomar alimentos.
    Lico Alonso, un guatemalteco radicado en Leamington desde 1999, revela que cada semana envía 300 dólares a su casa y únicamente utiliza cien para pagar su renta y comprarse alimentos. “Al mes tengo que darle cien dólares a mis compañeros de departamento e invierto otros doscientos en comprarme mi despensa y para irme a tomar unas cuántas cervezas en el Paraíso Mexicano”, afirma.
     De lunes a sábado, la ciudad aparece solitaria, porque la mayor parte de su población trabaja, pero el mismo sábado por la noche, sus principales bares se encuentran abarrotados de hispanos y jamaiquinos. Los negocios cierran a las dos de la mañana y cualquier taxi cobra entres seis a diez dólares para llevarlos a sus domicilios. Ningún policía los molesta, en caso de no alterar la tranquilidad de sus habitantes.
    Un número considerable de hispanos sin estatus legal, se internan por la ciudad de Detroit, Estados Unidos, que se encuentra a casi cincuenta kilómetros de Leamington, y otro tanto, lo hace por Toronto, que se encuentra a cuatro horas de distancia, por carretera.
    “Sin los inmigrantes está ciudad cae en la quiebra económica”, dice Terry Menanses. “Hemos hablado con el Mayor John M. Adams y le pedimos que no se persiga a los inmigrantes que no cuentan con sus papeles en regla, porque son personas que tienen necesidad y por algo abandonaron su país de origen. Mientras hagan lo correcta en la ciudad y respeten las leyes, pueden transitar libremente sin ser molestados. Ese fue el compromiso de John”.
    Las rentas en Leamington van de los 400 a los 800 dólares mensuales y cuentan con una o dos habitaciones, un baño, sala y todos los servicios. Uno de los problemas que enfrentan los inmigrantes es que se les obliga a hacer contratos por seis meses o un año y jamás se les devuelve el mes de depósito.
    Alicia Montoya asegura que hay caseros que no les permiten tener privacidad y entran a sus departamentos o basement a cualquier hora del día. Argumentan que deben vigilar que nada altere el orden de su propiedad. “Cuando quieren sacarnos, de nada sirve que tengamos contrato. Sólo nos dice que tenemos dos semanas para desalojar y de no hacerlo, nos amenaza que solicitará el apoyo de la policía migratoria”, abunda.
    

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