lunes, 25 de octubre de 2010

Los paramilitares de la política

Por Everardo Monroy Caracas

*Un proletariado sin cabeza
*La cuota de sangre de los guerrerenses
*Hagamos alianza…

    La izquierda guerrerense, la auténtica, ha sido desplazada por una gavilla de paramilitares de la política que, como escribiría en una ocasión José Revueltas, contribuyen a construir una especie de proletariado sin cabeza. Han dejado de representar los intereses de una clase social asalariada y empobrecida y fortalecen la visión intimidadora de una casta caciquil, pseudoasistencialista y sin compromiso de trastocar las estructuras de dominación y explotación de los saqueadores de los recursos naturales del estado.
    En estos momentos, a partir del arribo de Ángel Aguirre como candidato a la gubernatura del perredismo cupular, la masa organizada, la empobrecida, la que votó en el 2006 por Andrés Manuel López Obrador, dejó de estar representada y terminó convertida en una amorfa gelatina generadora de votos. Los lideres chupasangre del presupuesto oficial simplemente les exigirían la cuota del sufragio a cambio de las migajas que les regalan para sobrevivir.
    La maldición de Sísifo sigue imperando en terreno guerrerense. Una burocracia política, disfrazada de izquierda conciliadora de la derecha genocida, ha secuestrado la voluntad de miles de perredistas de bien que en julio del 2006 intentaron impulsar un gobierno menos corrompido, no autoritario o asesino y menos neoliberal.
    Desgraciadamente los tecnicismos legaloides y el no poseer la representatividad física de los órganos electorales, IFE y TEPJF, abonaron el imprescindible fraude. La oligarquía nacional, al servicio de los grandes corporativos trasnacionales  y el Pentágono estadounidense, lograron imponer a su candidato, surgido de las filas del Partido Acción Nacional. (Anteriormente la cosa cola nos supo vender su nuevo producto: Vicente Fox.)
    Sin embargo, debemos reconocerlo, casi quince millones de sufragios (tal vez algunos inexistentes) avalaron el triunfo de Felipe Calderón: diez millones reales, aportados por hombres y mujeres de carne y hueso y una mentalidad conservadora, y los otros cinco millones abonados por una hábil manipulación del sistema de conteo virtual (investigadores de la UNAM así lo demostraron). Indiscutiblemente, Andrés Manuel López Obrador ganó la contienda, pero todo el aparato burocrático de la federación y el estado, con ayuda de los grandes corporativos impresos y audiovisuales, lo despojaron de su triunfo.
    (El lunes 4 de septiembre de 2006, el cómputo final  del Tribunal Electoral concluyó: Felipe Calderón, 14 millones 916 mil 927 votos; Roberto Madrazo, de la Alianza por México, 9 millones 237 mil, y Andrés Manuel López Obrador, 14 millones 683 mil 96 votos.)
    Desde esa fatídica fecha, la estabilidad política y económica del país se trastocó. Felipe Calderón, secuestrado por la ultraderecha rapaz y asesina, inició una guerra civil silenciosa y sembró miedo, rencor y desesperanza en la mayoría de los mexicanos.  En cuatro años, a consecuencia de esa matanza irracional, más de 30 mil cadáveres de sicarios, militares, policías y civiles inocentes terminaron en las gélidas losas de los anfiteatros del país. Guerrero no se sustrajo a esa realidad y también puso su grano de arena en este genocidio innecesario: más de mil ejecutados, la mayoría menores de 35 años de edad.
    Los paramilitares de la política tomaron ascendencia en las instituciones de los tres niveles de gobierno e iniciaron la desactivación de las organizaciones gremiales, vecinales, indígenas y campesinas. Los medios masivos de comunicación cada semana nos dan cuenta del asesinato, detención o tortura de algún luchador social. Un ejército de sicarios uniformados, como modernos cruzados de la fe cristiana y del anticomunismo fundamentalista, día a día hace el trabajo sucio y riega de sangre y cadáveres las calles, avenidas, carreteras y autopistas del país. Su odio y miedo al poder popular es insaciable.
    Por lo mismo, el estado de Guerrero tiene un enorme reto este 30 de enero de 2011. Aún es propietario del único instrumento vital y legal para resarcir la herida sangrante de julio del 2006: su sufragio. Incuestionablemente hay que organizarse para vigilarlo y no echarlo al cesto de la basura. En esta ocasión, únicamente dos contendientes políticos tienen las aspiraciones de progreso y bienestar de la sociedad. Aguirre ya fue gobernador tres años y demostró que es incapaz y deshonesto, seamos sinceros. Manuel Añorve es la carta a seguir, pero hay que condicionarlo a cumplir con los compromisos asumidos ante los guerrerenses organizados.
    La Alianza Democrática Guerrerense, aglutina en estos momentos a académicos, estudiantes universitarios, obreros, campesinos de bien, pequeños propietarios, amas de casa, profesionistas  y empresarios medios que no militan ya en algún partido político, pero que buscan transformar positivamente el estado de cosas de su entorno. Son demócratas firmes y anhelan un gobierno honesto, abierto a la diversidad de ideas y credos y principalmente enemigo de la injusticia social, la depredación de los recursos naturales y el autoritarismo criminal.  Hagamos alianza con ellos, porque nuestro voto, ahora más que nunca, es útil.

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