domingo, 24 de octubre de 2010

Las serpientes de Medusa

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*Drogas en círculos de poder
*Periodistas “cocos”
*Hacia un movimiento moralizador

    En 1999 tuve la oportunidad de convivir con periodistas de radio y televisión, revistas y periódicos nacionales. Personajes de mucho peso  informativo, cultos y conocedores de la realidad social y política del país. Dos o tres de ellos, poliglotas y viajeros del mundo, interactuaban con personajes de la farándula, la política y el mundo empresarial. En fin, la crema y nata del jet set nacional e internacional.
    La convivencia se realizó en un lujoso departamento de la colonia Polanco, de la ciudad de México, en un segundo piso. Curiosamente el momento fue amenizado con música de la nueva trova cubana, Aute y Joaquín Sabinas. Nada extraordinario. Simplemente, en esas fechas, Aute y Joaquín eran los trovadores del momento. Sus canciones pegaban, conmovían e invitaban a la bohemia y al chisme intelectual.
    Nunca imaginé que después de descorchar las botellas de vino tinto y destapar cervezas oscuras y espumosas, sobre el cristal de un scanner de la computadora aparecieran tres tiras de cocaína de veinte o treinta centímetros cada una. No solo eso. Varios periodistas distinguidos, amigos de la moda y de los textos dialecticos de Sartre, Marx y Chomsky, empezaron a construir cerbatanas de papel moneda y a través de ellas esnifaron el polvo blanco.
    Durante seis o siete horas jamás dejaron de beber alcohol e inhalar cocaína. Lejos aún estaba el arribo de Felipe Calderón a la presidencia de la república y de iniciarse una guerra interna de narcos, policías y militares para posesionarse del negocio de la venta de drogas en México y Estados Unidos. Los carteles de Juárez, del Golfo, Milenio y Tijuana coexistían con la ayuda de la DEA y los gobiernos y comandantes de las zonas militares en turno. Los policías preventivos y judiciales dependían directamente de los principales capos, quienes habían comprado las plazas. Los empresarios y banqueros lavaban dinero y el narcomenudeo poco a poco tomaba el control de colonias, rancherías y municipios del país. Joaquín El Chapo Guzmán seguía en una prisión de alta seguridad de Jalisco. Únicamente en México el tráfico de drogas produce 45 mil millones de dólares anuales.
    Tras la convivencia en el departamento de Polanco, opté por abandonar la empresa editorial donde laboraba. Desde 1986 había radicado en Ciudad Juárez, Chihuahua, en diferentes temporadas, y conocía de cerca los estragos causados por las drogas a un importante porcentaje de familias, principalmente de escasos recursos económicos. Más de un millar de tienditas de crack, marihuana y anfetaminas funcionaban sin problemas en un asentamiento fronterizo, donde radicaban casi millón y medio de habitantes En el 2009 se contabilizaron entre diez mil y once mil tienditas. Los comerciantes de la droga contaban con la complicidad de policías y políticos y las ejecuciones públicas, a partir de 1995, empezaron a llenar páginas y páginas de los periódicos locales. Aunada a esa violencia, el asesinato de mujeres también inoculó azoro, miedo y preocupación entre las familias juarenses.
    Entre los compañeros del encuentro en Polanco estaban precisamente periodistas de Chihuahua, talentosos y respetados, pero “cocos”. Ahora ellos siguen en la cúpula del poder mediático y desde su tribuna consignan los hechos sangrientos provocados por los capos, militares y policías y la corrupción gubernamental. Del 2007 al 2010, más de 25 mil personas han muerto en esta guerra descabellada y la mayoría de las víctimas son jóvenes, no mayores de 30 años. Narcomenudistas y adictos envilecidos, mueren sin entender el objetivo principal de sus vidas. Los empresarios, oficiales del ejército y la policía, elite política y banqueros son los principales beneficiarios económicos de esta cruenta realidad.
    Algo debe hacerse. Por lo pronto, tenemos que recuperar espacios mediáticos para apoyar a las familias que quieren recomponer su vida al tener en su propio hogar a un adicto. Junto a ellas, iniciar una intensa cruzada contra la corrupción oficial, la violencia y la venta desmedida de enervantes. Tenemos que hacer un gran Frente Nacional e Internacional para impedir que nuestros hijos y nietos supongan que los sicarios, capos, narcoguerrilleros, narcopolicias, narcomilitares y narcopoliticos sean la alternativa de su vida. Tenemos que estructurar un movimiento moralizador, pacifista y de unidad familiar para evitar más derramamiento de sangre. No es un asunto que únicamente le incumba a los morelenses, sino a todos los mexicanos, estadounidenses, canadienses, latinoamericanos, etcétera. Algo debemos de hacer. La guerra aun no está perdida, de eso estoy seguro. (Everardo Monroy).

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