domingo, 24 de octubre de 2010

Insignias de polvo y yerba

*Los soldados mariguanos…
*Pericazos en la judicial…
*Un buen regalo al General

    En los años sesenta y setenta, hubo guerra sucia en nuestro país. La ultraizquierda, endurecida por la matanza estudiantil y detención de sus principales dirigentes, optó por las armas y enfrentó a policías y militares. Sin embargo, algo tenían en común: fumaban mariguana. En la actualidad, la mayoría de los sobrevivientes de la vieja guerrilla, han superado sus adicciones e institucionalizado sus reclamos de justicia social.
    Los militares, por el contrario, alientan el consumo de drogas para blindar cualquier inquietud politizante o contraria a la institución castrense. Las corporaciones policiacas abiertamente son cotos de poder de los barones del narcotráfico.
    He dialogado con oficiales del ejército mexicano y de las diferentes corporaciones policiacas y concluyen que la droga, principalmente mariguana y cocaína, ya es de consumo general. Difícilmente logran superar un antidoping. Las autoridades de primer nivel lo saben y prefieren tolerar esa realidad para combatir, sin prejuicios o remordimientos a sus adversarios.
    Diversas organizaciones de derechos humanos, principalmente de algunos estados sureños, coinciden en sus denuncias que los militares fuman mariguana. La ciudadanía se queja porque lo hacen en plena vía pública, sin inhibiciones. En las comunidades rurales de Guerrero, Chiapas y Oaxaca, el problema es mayor y el gobierno federal alienta esa irregularidad.
    Es público y notorio que el soldado es mariguano y el agente judicial  cocainómano. Hay excepciones, claro, pero es un vicio común entre los cuerpos del orden. Un ex teniente de la policía estatal de Chihuahua, actualmente radicado en Canadá, me comentó cómo existe una relación cercana entre el traficante de drogas y la policía y el ejército.
    “En los decomisos de droga, es posible acceder a ella para el consumo propio. Los narcomenudistas llegan a pagar las extorsiones en especie. Así se trabaja en Chihuahua y Coahuila y creo que también en Baja California, Durango, Sinaloa, Sonora, Jalisco, Nuevo León y Quintana Roo. Son plazas que conozco porque hay elementos que se rotan por sugerencia de los capos y jefes policiacos, a nivel de secretarios”, afirma.
    En la comunidad zapoteca de Tanetze, soldados y oficiales han sembrado el terror con el argumento de buscar narcotraficantes y grupos armados. La Unión de Comunidades Indígenas Zapotecas y Chinantecas "Emiliano Zapata", en uno de sus últimos reportes, aseguró que los militares se drogan y reprimen a los pobladores, a quienes acusan de pertenecer al Ejército Popular Revolucionario.
    En entrevista a médicos y enfermeras de Ixtlan, se confirmó, que durante la estancia los soldados, violaron y embarazaron a adolescentes. Aún más: "Los soldados fuman marihuana en la plaza principal. En una ocasión atropellaron a un joven de una población cercana y nadie dijo nada. Su madre exigió el cuerpo y una indemnización, no le hicieron caso".
    En el estado de Morelos, quién no recuerda al general Jorge Carrillo Olea en sus tiempos de gobernador (1994-1998) y los escándalos protagonizados por gente muy cercana a él. Los periodistas estábamos enterados de las fiestas privadas organizadas por algunos altos funcionarios y la manera como corría la droga y el sexo alquilado. Incluso, la cocaína se convirtió en el principal producto de uso común entre jefes policiacos, personal de seguridad, juniors de la alta burocracia y oficiales del ejército mexicano, acantonados en Morelos.
    Después del gobernador Antonio Riva Palacio (1988-1994), al que simplemente se le relacionaba al alcohol y las mujeres, los mandatarios subsiguientes eran involucrados en el narcotráfico. Verdad o mentira, pero la sociedad morelense está convencida de que los principales capos de las drogas gozaban de protección oficial en el estado. Hasta el actual gobernador de Morelos, Marco Antonio Adame Castillo, militante del Yunque panista, trabaja bajo sospecha popular de ser un amigo cercano de traficantes y asesinos.
    Un capitán de corbeta, recién casado y de visita en Toronto, me reveló que en una fiesta privada conoció a dos abogados de narcotraficantes que eran muy amigos de un excomandante de la 45 zona militar, con sede en Nogales, Sonora. En una fiesta privada, le cumplieron un capricho: tener relaciones sexuales con una conocida cantante mexicana, de primer nivel. También se presentaron tres grupos de música norteña, exitosos hasta la fecha, y un cantautor de boleros rancheros que terminó borracho y con las narices blancas de tanta cocaína.
    “De las cuarenta y seis zonas militares que hay en el país”, me reveló el oficial de la Secretaría de Marina, “las mas corrompidas y relacionadas al crimen organizado son las de Ocosingo, Toluca, Cuernavaca, Durango, Chihuahua, Hermosillo, Culiacán, Ticul (allá por Guerrero), Nogales, Saltillo y La Mojonera, en Jalisco”.
    En la mayoría de las discotecas que existen en Cuernavaca y Cuautla, las chicas y chicos que ahí se divierten conocen a los policías y militares que se drogan. Es un secreto a voces que en nada altera la vida social de la entidad. El problema es cuando los altos mandos tienen que cumplir órdenes superiores y limpiarle la plaza a uno de los cárteles. Entonces, por disciplina propia, los generales y coroneles tienen que hacer su chamba y traicionar a sus compañeros de parranda o sus benefactores circunstanciales.
    Sin embargo, casi nadie se salva de este pecado. Ahora la guerrilla rural mexicana, tiene que convivir con narcotraficantes para sobrevivir. Los viejos guerrilleros lo saben y es menester hacerse de la vista gorda para no perder privilegios presupuestales… El negocio de la política se impone. (EMC).

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